POR ESCRITO SÍ, POR ESCRITO NO.

La comunicación escrita ha tenido un papel relevante desde el mismo momento del nacimiento de la escritura, papel que se vio aumentado de forma exponencial con la aparición de la imprenta. Sin embargo, la carta o el telegrama han quedado relegados en los últimos años a un segundo plano por nuevas formas de comunicación escrita surgidas en la era tecnológica que nos ha tocado vivir, léase Whatsapp, Line, Messenger y las redes sociales Facebook o Twitter, por mencionar sólo algunos ejemplos. Estos recursos han afectado sustancialmente la forma en que nos comunicamos por escrito. La palabra, oral o escrita, es un herramienta que se ha utilizado para socializar, comprar o vender, sellar pactos, y mil cosas más. Y al igual que un hacha puede servir lo mismo para cortar árboles, que para cortar cabezas, la palabra puede utilizarse para nobles propósitos y para otros no tan nobles, o muy perversos.
¿Alguna vez se han planteado la facilidad con que se escriben insultos en las redes o con la que se extienden rumores sobre cualquiera, desde el vecino de la comunidad, hasta el profesor del colegio? Hay personas que expresan a través de las mismas una crueldad, un odio y una falta total de respeto al ser humano que estoy segura de que no serían capaces de manifestar si no estuvieran escondiéndose detrás de la pantalla del ordenador, por no hablar ya del anonimato que dichas redes facilitan. Estas personas son capaces de expresar por escrito cosas que casi no se atreverían a reconocer que piensan en vivo y en directo. Imagino que la facilidad con que se expresan en estos términos viene dada primero por la distancia física del objeto de sus insultos, después por el mencionado anonimato y por último, por la ausencia total de lo que los ingleses denominan feedback, es decir, el otro sujeto no puede contestar en el momento a sus improperios, lo que hace también que el que insulta o trata de humillar no tiene la oportunidad de observar el efecto que están teniendo sus palabras ni de ser objeto de ningún tipo de represalia, que no sea por escrito. De ahí que el ciber acoso se haya convertido en la enésima lacra de la sociedad actual…y las que nos quedan. No hace mucho vi un documental británico sobre una familia cuyo hijo adolescente se había suicidado después de haber sido objeto del acoso de sus compañeros. Sus padres, destrozados, crearon una página en Facebook para que sus amigos pudieran transmitir sus condolencias y contar sus experiencias con el chico, a modo de póstumo homenaje. Resultó que el mismo chaval que lo acosaba mientras estaba vivo, se dedicó a mofarse de las publicaciones de la página de pésame con comentarios crueles, y decorando las fotos del difunto con una soga, aludiendo a la forma en que se había quitado la vida. Como madre, como profesora, pero más aún como ser humano me pregunto qué puede llevar  a un chaval a semejante nivel de crueldad con alguien con quien en realidad, y aunque sólo fuera por tener la misma edad, debería empatizar. Creo que uno de los grandes defectos de estas nuevas formas de comunicación es que despersonalizan al individuo y que esta es la causa de esas situaciones. El otro, el del otro lado de la pantalla, no es un chico, es un objetivo a quien atacar ¿Hubiera actuado este personaje de la misma forma de haber tenido delante a esos padres destrozados por el dolor?
Y otro tema que me preocupa mucho, relacionado con lo anterior es el relacionado con la absoluta falta de intimidad que provocan estas redes y aplicaciones. Tengo por costumbre aconsejar a mis amigos, familiares e incluso alumnos que no expresen ciertas opiniones por escrito, ni siquiera con sus mejores amigos. Mi opinión, esa que no quiero hacer pública, que la tengo, como todo el mundo, jamás la expreso en las redes. Es tan fácil calumniar a alguien como sacar una de estas opiniones de contexto y hacer una captura de pantalla que podrá ser usada cuando, como y con quien se quiera. Y subrayo “ni siquiera con sus mejores amigos” porque ésta que les habla se ha visto recientemente envuelta en un caso similar en el que alguien a quien yo consideraba amiga había recurrido a esta treta de la captura de pantalla para difamar a un familiar mío. Por suerte no soy profana en estos temas, trabajar en un instituto conlleva estar al día de todo lo relacionado con cualquier tipo de abuso, porque lo que tenemos entre manos es “material sensible”, son personas en pleno desarrollo que un día serán los adultos que nos tomen el relevo. Reaccioné como la razón me aconsejó, lo cual no viene al caso, y lo primero que hice fue apartarme de esta persona. ¡Pero yo he visto a chavales compartiendo sus contraseñas! Si uno de ellos usara la contraseña del otro para publicar a través de sus cuentas, podría difundir cualquier cosa, verdadera o falsa, cualquier imagen pasada por photoshop que pareciera auténtica, con consecuencias inimaginables, y el camino para resolver esta situación sería uno largo y tortuoso de denuncias e investigaciones, por ponernos en el mejor de los casos. Afortunadamente, ya que esta persona no era en realidad amiga, yo no perdí nada al apartarla de mi vida…bueno, sí, tal vez perdí un poco más de la poca inocencia que me queda, y un poco más de fe en el ser humano. 


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