Con la mano en el corazón.

"Hoy ha empezado el día muy bien, sonriendo y bromeando, como suele ser habitual en ella. Pero por la tarde ya estaba muy seria, casi agobiada, y se fue a dormir temprano, seguramente para que no la viéramos llorar"
Así empieza una de las páginas de su diario mi hija mayor. Lo he abierto pensando que era un cuaderno de dibujo, de los muchos que tiene, y, tras leerlo dos minutos por encima, lo he cerrado con lágrimas en los ojos, no porque me haya molestado lo que he leído, sino porque me he visto reflejada como en un espejo. 
Lógicamente, ella no entiende los motivos que subyacen a este comportamiento algunos días, y yo tampoco se lo he explicado, porque nunca me ha dicho que le preocupara. Sin embargo, eso va a cambiar porque, aunque es una adolescente, ya puede comprender que yo solo soy una persona, una mujer, una madre recién divorciada que está aprendiendo a vivir con esta situación. Y cuando hablo de situación, me refiero a que trabajo en algo que me ocupa la mañana y parte de la tarde, para  recibir un sueldo que nos mantiene modestamente a las tres, porque tengo otra más pequeña, que no recibo pensión alguna por parte de mi excónyuge, y que además de trabajar tengo que limpiar, cocinar y hacer la compra. 
Y todo eso con la mejor cara posible, una fachada que les asegure a mis niñas que todo está bajo control, cuando la mayor parte de las veces, no es así. Porque si se estropea el coche, si necesitamos un electricista o un albañil, si viene un seguro o cualquier otro gasto extra, hay que estirar el presupuesto o romper la hucha para el viaje soñado... Y seguir sonriendo.
 Y luego están las actividades de apoyo, porque las extraescolares no me las puedo ni plantear. Y es por eso que mi humor algunos días baila al son de las cifras del banco. A eso hay que añadir que solo estoy yo si se ponen enfermas, o si quieren ir de compras y no hay dinero o tiempo, o si vienen con algún problema propio, que también los tienen. ¿Y cómo se le cuenta a una niña de su edad que me siento sola dos años después de mi divorcio, que me gustaría poder salir, conocer a alguien, darme otra oportunidad de ser feliz? ¿Y cómo le digo sin que se sienta una carga que no puedo porque son jovencitas y están a mi cuidado exclusivamente, pues no quieren ir con su padre por motivos que no vienen al caso, lo  que me impide disponer de tiempo para relacionarme con gente de mi edad, o llegar a casa de madrugada, o irme de fin de semana? 
Yo puedo entenderla a ella, pero ella jamás podrá ponerse en mi lugar, no ahora que es joven e inmadura, sino nunca, a no ser que viva mi situación, y ojalá eso no suceda.
"No entiendo por qué llora al teléfono hablando con su mejor amiga sobre un tipo que la ha engañado. ¿Cómo te puede engañar alguien a esa edad?" ¿Cómo le explico que soy una soñadora, que ya estaba sola mucho antes de separarme, años antes, que no había oído un "¡Qué bonita eres!" o un "Te quiero" desde lo que se me antojan siglos, y por eso creí que me decían la verdad? 
Solo conozco una forma, y es poniéndo su mano en mi corazón, ese que aún late de milagro, y contándoselo como solo una madre sabe hacerlo.

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