NO. (Autobiográfico)

 
Un hombre se sentó a mi lado. No me percaté al principio, pues la capilla era muy pequeña y yo estaba totalmente concentrada en mi oración. Mi padre era creyente y me pareció una buena idea arrodillarme a rezar ya que estaba en una iglesia, una majestuosa, de visita obligada si vas por aquella ciudad. Si hubiera ido a una mezquita, a una sinagoga o a un templo hindú habría hecho lo propio. 

Yo no rezo, no soy creyente pero, como os he dicho, mi padre sí lo era, y había muerto hacía pocos meses. Me senté un momento a pensar en mi próxima parada y entonces me percaté de su presencia, era regordete, con cara de bonachón, y llevaba gafas redondas cuyo metal reflejaba el brillo de las velas. 
Lo miré de reojo, pero no dije nada. Él se dirigió a mí en inglés, supongo que por el color de mi pelo y mis ojos.

-¿Por qué lloras? - me preguntó.
-Echo mucho de menos a mi padre, murió hace poco.
-Lo siento. Si te sirve de consuelo, está en un lugar mejor.
-No me sirve.

El hombre no respondió. Mi llanto, en lugar de cesar, aumentó, tanto que me sentí avergonzada de no poder controlarlo.

-Llora. Estamos solos. Desahógate.
-Es demasiado.- dije, mientras me limpiaba con un pañuelo.- Todo es demasiado. Nunca hago las cosas bien, siempre pienso demasiado lento, llego tarde a todo, o no llego. Solo quiero paz, descansar, no pensar, y no puedo.
-Todo. Mucho. Siempre. Nunca...Me temo, sin conocerte, que te exiges mucho a tí misma, y que sabes muy bien cómo usar las palabras.
Aquello me sorprendió.
-Seguro que tienes una para todo, ¿no es así?
Asentí.

-Yo tengo una palabra para ti, una que probablemente te salve la vida, una que seguro usas muy poco: No.
-¿No?
-Exacto. No. Cuando pienses que todo te supera, repítela en tu mente, cuando pienses todo lo que me has dicho. Diría que cuando pienses cualquier cosa, pero no me voy a arriesgar. Si vas a poner algo negativo aquí - señaló su cabeza con el índice - o aquí - señaló su corazón - que sea "No", delante de lo que pienses a continuación.

Se levantó y salió silenciosamente de la capilla.
Yo permanecí sentada y decidí hacer una prueba: "Es que soy un desastre". "No. No soy un desastre." Y pensé en un par de veces en que sentí que había hecho las cosas bien. Y me sentí mejor. "Pero todo me sale mal" "No. No todo me sale mal" Y recordé varias cosas buenas que me habían sucedido y que había pasado casi desapercibidas mientras magnificaba las malas que tanto me pesaban. 

El año anterior había sido el peor de mi vida hasta entonces, derramé tantas lágrimas...Pero recibí tantos besos. Pasé tanto dolor físico. Pero me dijeron tantas veces lo mucho que me querían, que me necesitaban, que mi sola presencia alegraba el mundo de alguien. Sufrí tanto por un amor imposible, lo quise más que a nadie, y lo perdí, pero me quiso tanto, tanto, me quiso todo cuanto pudo, todo cuanto supo. Y eso es lo mejor que podemos dar: todo lo que somos y lo que sabemos.

"No". Qué hermosa palabra para colocar en el lugar correcto, en el momento adecuado...

Salí de la pequeña capilla y pasé por delante de unos confesionarios donde podías contar tus pecados en casi cualquier idioma. Esbocé una leve sonrisa. Y allí estaba aquel hombre, dentro de uno de ellos, leyendo una Biblia. Por lo visto hablaba inglés, francés y alemán. Levantó la mirada, sonrió y me saludó con la mano.

"No. No todo va a cambiar - pensé - pero no, no todo va a ser igual" Y juro que salí de aquella iglesia sintiendo el cuerpo, el corazón y la mente más ligeros, y con la absoluta certeza de que debía aprender a hablar conmigo misma. 

Algo debe saber sobre los demás alguien que  escucha sus confesiones más profundas a diario. O no. ¿Qué voy a saber yo que, después de tanto llanto, ya estaba pensando en dónde sentarme a tomar una cerveza?




Comentarios

  1. Muy buen escrito. Todos deberíamos aprender a ser menos exigentes con nosotros, aceptarnos mas y usar NO correctamente.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares