San Valentín para dos.
De
todas las cosas que Rain odiaba, limpiar era la que más, y no solo porque
hubiera pasado en la calle los últimos años de su vida, lo cual hacía
prácticamente inútil esa tarea, lo había odiado desde pequeña. Sonrió al
recordar las frases que su madre solía decirle cuando entraba en su cuarto:
“Esto parece unas rebajas” o “En ese montón de ropa de la silla seguro que hay
seres vivos”.
Pasó
el trapo por encima de la caja donde Sasha guardaba sus relojes y le extrañó
que uno de ellos estaba algo más alto que los otros. La abrió para colocar bien
la base que los sujetaba y al comprobar que era imposible, la levantó. Una
cajita. No una cualquiera, no, sino “la cajita”, esa que guarda “el anillo” en
su interior.
-¡Dios
mío! – exclamó para luego empezar a preguntarse miles de cosas en décimas de
segundo. “¿Sería lo que ella creía que era? ¿Sería para ella? ¡Pues claro,
mujer! ¿Para quién va a ser?” Antes de plantearse si abrirla o no, lo hizo sin
pensar. Y allí estaba, el anillo de platino y diamantes más bonito y a la vez
más sencillo que había visto en su vida. Si alguna vez hubiera pensado en que
alguien le regalara uno, sería exactamente ese. Y Sasha la conocía bien a pesar
de llevar junto poco más de un año. Podía imaginar su cara mientras le daba el
anillo y decía algo parecido a “Así hacemos las cosas en Rusia”. Lo volvió a
colocar donde lo había encontrado y echó a correr en busca de su móvil. Marcó
el número de Maddie con toda la calma que fue capaz de reunir y ella contestó
enseguida:
-¿Sí?
-¡Dios
mío, Maddie! No sabes lo que acabo de encontrar.
-Tranquilízate
– dijo su amiga – Si no hablas más despacio jamás lo voy a averiguar.
-¡He
encontrado el anillo! – casi gritó Rain.
-¿Qué
anillo? – preguntó su amiga perpleja.
-“El
anillo”, Maddie – repitió acentuando cada sílaba.
Maddie
empezó a tartamudear al caer en la cuenta de lo que Rain trataba de decirle.
-¡Madre
mía! ¡Madre mía! ¿Pero es que habéis hablado de casaros alguna vez? Creí que
eso no iba con vosotros. – dijo Maddie entre alegre, nerviosa y sorprendida.
-No.
No hemos hablado del tema, pero ya sabes cómo es Sasha.
En la
mente de Maddie aparecieron varias de las hazañas protagonizadas por su amigo
ruso, algunas para su famoso canal de YouTube, otras en vivo y en directo en
cualquiera de sus reuniones.
-Lo
sé, lo sé. ¡Claro! – soltó de pronto – Mañana es San Valentín. Seguro que
piensa dártelo entonces.
Rain
asintió como si su amiga pudiera verla y se mordió el labio.
-¿Y
qué vas a responder?
-¡Ay,
Dios! ¡Que sí!
Ambas
rieron nerviosas.
-Bueno,
te dejo que voy a llegar tarde al trabajo. ¿Nos vemos esta noche en el club?
-¡Por
supuesto!
Rain
colgó el teléfono casi más nerviosa que cuando había llamado a su amiga y se
fue directa a la ducha.
*****
En el
local desde donde Sasha emitía su programa, este ultimaba los detalles para el
especial de San Valentín. No le gustaban este tipo de celebraciones, pero Jimmy
Dean, el vocalista de uno de los grupos pop del momento, había planeado
declararse en directo a su chica esa noche aprovechando el tirón del canal del ruso,
que de repente parecía el novio de Inglaterra, aclamado por prensa, radio y
televisión.
El
anillo estaba a buen recaudo y él estaba esperando que a que acabaran de montar
los decorados del escenario a base de corazones, flechas y alas de ángeles para
poder irse a casa a dormir una buena siesta. “¡Ah, qué gran costumbre
española!”, se dijo mientras se frotaba los ojos como un niño pequeño. La había
tomado prestada de su amigo Álvaro, quien defendía que media horita de sueño
después de comer es el secreto de la longevidad en España.
-¡Joder, Álvaro! – exclamó
dando un salto de la silla. Había quedado con él dentro de … Su móvil empezó a
sonar - ¡Mierda! – gritó antes de contestar - ¿Sí?.
-¿Cómo que sí? Llevo media
hora en la puerta de la inmobiliaria.
-Lo sé, lo sé. No me acordé.
Voy enseguida.
-Más te vale. Te doy otra
media hora y me largo. Maddie y yo hemos quedado.
-Voy, voy. ¡Cuelga ya!
Por suerte, su local estaba justo al lado de una boca de
metro y no tardaría ni quince minutos en reunirse con Al.
-Lo siento – se disculpó nada
más verlo.
-Sí, sí. Vamos, entra.
*****
Mientras echaba un último vistazo a las mesas
del club, a Rain se le ocurrió que debería haber cambiado el día con alguna
compañera, aunque a su jefe no le hubiera hecho mucha gracia, pues siempre
decía que muchos de los clientes venían solo por oírla a ella cantar.
¿Cómo
le daría Sasha el anillo? ¿Y dónde? ¿Y cuándo? “¡Ojalá no lo hubiera visto! No
soportaba la espera, y eso que nunca se le había ocurrido que se encontraría en
esa situación. Tenía que contárselo a Álvaro. Una luz brillante de Neón circuló
delante de sus ojos: Seguro que él fue el primero en enterarse si es que no
había sido idea suya. Y si Al lo sabía, Maddie lo sabía también, pues eran una
de esas parejas que lo compartían todo.
Para dejar de sentirse tan agobiada,
se concentró en observar a los primeros clientes que en aquel momento bajaban
las escaleras de la sala. Sus amigos aparecieron un poco más tarde, incluido
Sasha, cuya voz acompañada de su acento ruso se escuchaba desde donde ella
estaba. Algo lo tenía muy entusiasmado.
Cuando
por fin se sentaron, Rain fue a tomarles nota de la cena y aprovechó para
saludarlos y darle un beso a su novio.
-¿Cómo
está mi ruso favorito?
-Agotado
– contestó haciendo una mueca exagerada de cansancio. Mañana habrá un directo
que no os podéis ni imaginar.
Rain
tragó saliva. ¿Así que así era como pensaba hacerle la gran pregunta? Se retiró
discretamente hacia la barra intentando disimular su nerviosismo.
Cuando Sasha había dicho que estaba
agotado, lo había dicho en serio. Aquella noche se durmió antes de que ella
saliera del baño.
*****
La
noche de San Valentín, Maddie y Al no estuvieron con Rain, pues se habían ido a
un castillo en el que se había organizado una cena especial con juegos en los
que las parejas intercambiarían los regalos. Así que allí estaba ella, delante
de la pantalla de la cocina del club, esperando a que el programa de Sasha
empezara.
Sin
embargo, tuvo ocasión de salir a cantar en dos o tres ocasiones pues el
esperado directo tardó una hora en comenzar. Antes se habían emitido todas las
bromas que el ruso había hecho en su canal para esta fecha tan señalada desde
que lo inaugurara años atrás.
Cuando las luces bajaron de
intensidad, Sasha empezó a hablar de la importancia del amor en general y luego
del amor de pareja. El corazón de Rain saltaba dentro de su pecho. ¿Recibiría
ahora una llamada desde el programa? Las luces se iluminaron con fuerza de
nuevo y justo frente a él aparecieron Jimmy Dean y su novia, a la que todo el
público conocía por las revistas y programas del corazón. El joven se arrodilló
mientras ella lo miraba perpleja sacar una cajita. “Mi cajita” susurró Rain
desconcertada. Cuando vio el anillo que había tenido en sus manos el día
anterior lo entendió todo. ¿Así que era eso? El anillo no era para ella, sino
para el programa de Sasha.
Aquella
noche, cuando acabó su trabajo en el club se metió en la cama con la sensación
de ridículo más espantosa que podía recordar.
*****
Por la mañana, cuando su móvil
vibró, vio que era Maddie y contestó:
-Hola – dijo intentando
aparentar indiferencia.
-Vimos el programa anoche. ¡Lo
siento mucho, Rain!
-No exageres. No es que me
vuelva loca comprometerme.
-Lo sé, pero se te veía tan ilusionada…
Maddie la conocía muy bien y
podía sentir su decepción.
Sasha no había dormido en
casa, así que ella se arregló para salir a hacer unas compras. Ya en la calle
su móvil sonó.
-Hola, preciosa. – Era Sasha -
¿Te apetece que comamos juntos?
-Hola. Claro, pero estarás
cansado.
-¡Qué va! La fiesta acabó
pronto. Me quedé dormido en casa de Jimmy. ¿En el parque en media hora?
Ella contestó con un simple
“Sí”.
Justo a tiempo su Romeo
apareció por la entrada lateral del parque con los brazos abiertos y le dio un
beso en los labios.
-Me gustaría enseñarte algo
antes de comer.
Ella se limitó a cogerlo de la
mano y echar a caminar en la dirección que él decidía. Al llegar a la
heladería, Rain sonrió:
-No quiero un helado antes de
comer.
-Ya lo sé. Vamos justo al
portal de al lado. A la primera planta.
Una vez en el rellano, Sasha
abrió una puerta y ambos entraron en un precioso piso amueblado por todo lo
alto.
-Este es tu regalo de San
Valentín, Rain. – le dijo mirándola a los ojos.
-No entiendo…
-Maddie me contó lo del anillo
hace un rato.
Rain notó cómo sus mejillas
empezaban a arder.
-Yo no sabía que tú querías
eso. Si lo hubiera sabido, te hubiera comprado un anillo cien veces más bonito.
¡Maldito tacaño ese Jimmy!
Ella sonrió algo menos
apurada.
-Nunca hablamos de casarnos,
pero sí de vivir juntos y formar una familia. Por eso he comprado este piso
para los dos.
Los ojos de Rain se abrieron
como platos:
-Sí, es nuestro. Ya tenemos un
sitio al que llamar hogar.
Ella se lanzó a sus labios y
lo besó apasionadamente.
-Si sigues así, vamos a tener
que estrenar el dormitorio.
Rain estalló en una carcajada.
-¡Maldito ruso de los cojones!
-Ahora en serio, Rain. Si
quisieres que nos casemos, lo haremos. Haremos lo que tú quieras.
Ella se subió a horcajadas en
su cintura y mientras él los conducía a ambos al dormitorio le susurró:
-Yo solo te quiero a tí.
-Y yo a ti. Y ahora vamos, que
te voy a enseñar cómo hacemos las cosas en Rusia.
(Sasha y Rain son personajes secundarios de la novela de Maya Moon Los amigos de Maddie.)
(Sasha y Rain son personajes secundarios de la novela de Maya Moon Los amigos de Maddie.)
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