Si alguna vez amé...

Se está tan bien aquí...No noto ningún peso, ni físico ni mental. Está muy oscuro, y es reconfortante ¡Bendita oscuridad! Floto, aunque no soy yo, pero sé que floto. Escucho los pitidos del monitor y el trasiego de médicos y enfermeros. Y su llanto. ¡Madre mía! ¡Su llanto! Y sé que digo: "Por favor, si muero, que alguien le diga que la escuché llorar" No puedo decir nada más, pero pienso que ese grito guerrero que sale de sus pequeños pulmones es su forma de decirle al mundo: "Estoy aquí". 

El zumbido del monitor no para, no siento los latidos de mi propio corazón y pienso: "Se acabó. No la criaré, no la veré crecer. Espero que su padre la cuide, que toda mi familia la cuide" Y sigo pensando mientras oigo el sonido plano: "No está mal morir así. No duele. Solo quisiera coger un poco de aire, pero mi corazón se ha parado ya. No noto el latido. ¿Y ahora qué?"

Abro los ojos y el médico sonríe, o a mí me lo parece, y me dice que no vuelva a cerrarlos, pero no puedo con el peso de mis párpados. Cuando los vuelvo a abrir, el mismo médico me está contando un chiste, o una historia, y me vuelve a pedir que siga despierta. Me quiero reír, de verdad que me quiero reír. Jamás recordaré lo que me contaba, pero sé que me hizo gracia. Otras dos veces volví a despertar y, por fin, mantuve los ojos fijos en aquel hombre pequeño, y sudoroso, que sonreía detrás de su mascarilla. No le vi el rostro, pero sí los ojos, y sus ojos reían satisfechos.

Salí del quirófano sin mi bebé, tumbada en la camilla, y vi la imagen desoladora de mi marido con una bolsa de papel con mi ropa, la que me quitaron al entrar. Y pregunté:"¿Cómo está? ¿Cómo es?" Él lloraba a moco tendido y me dijo que casi no la había visto, que se la habían llevado a asearla, y que sólo se había fijado en que era muy pequeñita y tenía mucho pelo, pero que le habían dicho que estaba perfectamente.

Cerré los ojos y a mi mente acudieron una letra y una música: "Vuela está canción, para ti Lucía, la más bella historia de amor, que tuve y tendré"

Y lo siguiente que recuerdo fue el chirriar de una cuna por el pasillo, y la voz del padre de mi hija diciendo: "Con lo mal que suena la cuna, seguro que es ella" Y me reí a pesar del dolor. Me reí, no solo porque así fue, sino porque en este desastre que es mi vida, siempre me salgo con la mía y acabo volviendo al mundo de los vivos. Algo debe quedarme por hacer.

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